lunes, 14 de julio de 2014

CULTURA DE LA DEPENDENCIA Y DESMALVINIZACION

Observo en diversos círculos trasandinos pesimismo ante Malvinas. Esa actitud es una victoria primermundista. No sólo se tritura la resistencia anticolonial en las trincheras y el mar, sino en el alma de millones. En este ámbito se consolida el triunfo británico y se legitima el complejo de inferioridad "sudaca".

El fenómeno lo conocemos en Chile. Durante medio siglo se ataja la propuesta de nacionalizar el cobre. Washington y sus agentes nativos tenían convencida a la ciudadanía de nuestra incompetencia para extraer y semielaborar el metal rojo. No obstante, hoy CODELCO funciona y las cupreras son patrimonio fiscal.

No estoy suficientemente informado, pero imagino que el colonialismo francés educa en la servidumbre y el automenoscabo a indochinos y norafricanos. Así consolida su dominación. No obstante la insurgencia brota y Vietnam y Argelia derrotan a la metròpoli opresora.

La desmalvinización se expresa en juzgar una fanfarronada del general Galtieri la epopeya del 2 de abril de 1982 que implica liberar los tres archipélagos del Atlántico austral. Otro opina que se trató de maquillar el régimen  genocida. Un tercero, afirma que la reyerta habría sido entre "dictadura" y  "democracia".

En el sòtano psiquico de muchos argentinos y, por cierto, de millones de iberoamericanos permanece anclada la prenoción, según la cual el hombre blanco es invencible y el criollaje debe vivir siempre de rodillas. Es un complejo de inferioridad  que lubrica la penetración foránea y estima la hegemonía euroyanqui como inexorable.

En Panamá, Haití, Irak o Afganistán a los imperialismos no les basta con "vencer". Necesitan "convencer", para garantizar el triunfo. Por eso antes, durante y después de cada conflicto desatan la guerra psicológica y luego la guerra ideológica. Usan para tal propósito los medios y también los canales que  se enumeran. 

La estructura escolar con sus docentes miopes o timoratos, la Iglesia que suele promover la paz sin soberanía, las agrupaciones cívicas que anteponen los DDHH a la defensa, los partidos políticos infiltrados por cipayos y las FFAA cuya oficialidad idolatra a la megapotencia hegemónica.

Nuestra réplica es reiluminar el escenario con lo nacional y popular. Esto supera la artificiosa escisión entre "derecha" e "izquierda" y, por cierto, la antinomia "civilización" versus "barbarie". Es indispensable el rescate de lo originario y, según, Simón Rodríguez  "seamos nosotros mismos" proscribiendo el calco.

La "desmalvinización" posee como matriz la "cultura dependiente" que es eurocéntrica. Nuestro compromiso consiste en asumir una guerra en la esfera de la cultura, Eso pasa por lo político y abarca incluso lo cartográfico y lo estético. No es fácil empresa, pero indispensable si anhelamos soberanía, desarrollo e identidad.


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